jueves, 5 de noviembre de 2020

EL ORIGEN DE QUERCUS

 

Hay una leyenda que cuenta que en un bosque de Liébana muy cerca del monte “La Viorna” y de “Pico Jano” todavía hoy vive una especie de mujer con rasgos de ciervo y de roble. Esta joven sería la hija de un molinero que daría su vida por proteger a un ciervo de una muerte segura.  Pero un árbol fuerte y sabio modifica su suerte y la convierte en ese ser mágico del que todos hablan y pocos han visto. Desde aquel momento la joven pasaría a conocerse como "Quercus, protectora del bosque y combatiente del miedo"

Quercus es un ser bondadoso que ofrece ayuda sin esperar nada a cambio. Las madres suelen recurrir a su leyenda para echar a sus hijos a dormis y evitar que los niños pasen miedo. Esta leyenda cuenta que sólo los niños valientes pueden verla en sueños y que al despertar lo único que recuerdan en la melodía que Quercus les canta.

Ahora os dejo con la historia de como surge Quercus.

 

“Cuenta la leyenda que existe un bosque en el que entre los sonidos del lugar y de las hojas movidas por el viento, se puede oír una suave melodía que hará que no tengas miedo”

 

Hubo un tiempo, hace mucho, en el que en un hermoso bosque lleno de hayas, robles, encinas, alcornoques y tejos los animales que vivían allí compartían el bosque con seres fantásticos, mágicos y bondadosos. Ese gran bosque se situaba junto al monte sagrado y muy cerca se encontraba  una pequeña aldea donde vivían los humanos.

 En este bosque habitan un sinfín de animales salvajes como  osos, lobos, corzos o ciervos y entre sus ramas más altas revolotean miles de aves, unas más grandes como las águilas  o los buitres y otras más pequeñas como los cárabos, petirrojos o cernícalos. Entre sus escobas y brezos habitan muchos seres más pequeñitos como urogallo, tejones, zorros, topos o  ardillas.

En él también habitan ninfas, ondinas, hadas, elfos y algún que otro duendecillo o gnomo. Pero sin duda el más querido del lugar era “Silvano el Sabio”, un roble fuerte y grande al que todos iban a pedir consejo.

Llegó un tiempo en que la maldad de los humanos hizo que los seres mágicos abandonaran el lugar quedando los animales, solos y desprotegidos. Estos se volvieron desconfiados y para resguardarse de los humanos, los árboles echaron ramas y hojas nuevas para hacerse más frondosos y profundos, haciendo al lugar más tenebroso y misterioso, evitando así visitas indeseadas. El monte sagrado dejó de ser venerado y Silvano el Sabio pasó a ser un árbol más de aquel magnífico lugar. 

Junto a este pequeño bosque vivía una joven a la que pusieron por nombre Kiara, que significa “la de pelo negro”, y su padre, quien se encargaba de un pequeño molino. Kiara salía a pasear todos los días por el bosque que rodeaba el arroyo que llevaba el agua hasta el viejo molino.  Se bañaba bajo las limpias aguas de las cascadas y terminaba paseando por el claro del bosque hasta pararse a leer apoyada en el gran tronco de Silvano. De regreso al molino jugaba y se divertía con todos los animales y seres que se encontraba por el camino.  La vida allí era tranquila.

Una mañana mientras Kiara se dirigía a bañarse al pozo que forma una de las cascadas, se encontró a un enorme Ojáncano. La criatura en cuestión era extremadamente grande y fea. De su cabeza lo que más llamaba la atención era su único ojo resguardado por una sola ceja muy poblada que compensaba la falta de pelo en la parte superior de la cabeza. Sus orejas en forma de trompeta sobresalían llenas de pelos de su sucia y despeinada melena que sólo tenía a la altura de las sienes. La nariz más bien parecía la de una horripilante bruja con verruga incluida y tenía cuatro dientes muy separados y en forma de colmillo. Su cuerpo era fuerte y desgarbado aunque se dibujaba una prominente y redonda barriga. Y sus pies, ¡qué decir de sus pies!, parecían más bien garras de una bestia que unos pies, con unas uñas largas, sucias y puntiagudas. El Ojáncano había atrapado a un precioso ciervo entre sus garras para comérselo.   Cuando el tenebroso Ojáncano se disponía a quitarle la vida, Kiara se puso a tirar piedras al enorme Ojáncano. Este desvió su atención hacia la joven  muchacha y soltó al ciervo que salió corriendo hacia las profundidades del bosque cuando el Ojáncano explotó su ira contra Kiara. Tal era su enfado que acabó quitándole la vida a Kiara por haberle dejado sin su comida favorita. El Ojáncano se marchó de allí hambriento y enfadado mientras Kiara yacía en el suelo sin vida.

Los animales del bosque, que se habían escondido cuando vieron aparecer al Ojáncano, lo habían visto todo y tristes se acercaron hasta la joven Kiara. Uno de los que se acercó hasta ella fue el ciervo al que había salvado la vida. Entre todos consiguieron poner a Kiara a lomos del ciervo y la llevaron a las profundidades del bosque junto al gran Sabio Silvano.

Silvano escuchó a los animales que le contaban todo lo que había sucedido y cómo la valiente Kiara había salvado la vida del ciervo dando la suya propia para ello. Viendo la tristeza que reinaba en el bosque, Silvano el Sabio decidió ayudarla.

Le devolvería la vida a cambio de no volver a salir de los límites del bosque ni mantener  contacto con los humanos u otros seres de los alrededores. A cambio viviría para siempre en el bosque y se le otorgarían cualidades del ciervo al que había salvado y del roble, especie a la que pertenecía Silvano. También debería velar por la seguridad de los que vivían en aquel lugar y sería refugio y guía para los que entraran y se perdieran en aquel bosque. Y tras un destello de luz que inundó todo el bosque, surgió un nuevo ser al que llamarían “Quercus, protectora del bosque y combatiente del miedo”.

Quercus tenía todos los rasgos hermosos que poseía Kiara, pero con nariz, orejas y cuernos de ciervo. Sus pies se habían convertido en pezuñas del mismo animal, lo que le daban mayor agilidad y velocidad. Sus manos se habían vuelto fuertes ramas de roble que acababan en ramas a modo de dedos. De su vestido solo quedaban unas cuantas tiras que le colgaban de la cintura a modo de falda y que se sujetaba al cuerpo con una tira de piel de ciervo como la que llevaba cubriendo su torso. Una capa verde en forma de hoja de roble cubría sus hombros. Y su largo pelo negro se había llenado de numerosas hojas y bellotas que cambiaban de color en otoño al igual que lo hacían el resto de hojas de los robles. Estas hojas y bellotas también colgaban sobre las caderas. Silvano el Sabio la dio una de sus ramas más joven y fuerte para que sirviera a Quercus de bastón. Ella suele entonar una dulce melodía y mientras canta, su bastón de roble se iluminaba con hojas que brillaban y revoloteaban alrededor.

Quercus es un ser bueno y bondadoso, tanto es así que en ocasiones corre el riesgo y abandona el bosque en medio de la noche para entonar su canto a aquellos niños que por el miedo no pueden dormir.

Y desde aquel día, Quercus recorre el bosque en toda su extensión ayudando a todos los animales y extraviados del lugar. Dicen que incluso hoy, sigue viviendo entre sus árboles y aunque nadie jamás la ha visto, si han oído su canto.

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