Hay una leyenda que
cuenta que en un bosque de Liébana muy cerca del monte “La Viorna” y de “Pico
Jano” todavía hoy vive una especie de mujer con rasgos de ciervo y de roble.
Esta joven sería la hija de un molinero que daría su vida por proteger a un
ciervo de una muerte segura. Pero un
árbol fuerte y sabio modifica su suerte y la convierte en ese ser mágico del
que todos hablan y pocos han visto. Desde aquel momento la joven pasaría a conocerse como "Quercus, protectora del bosque y combatiente del miedo"
Quercus es un ser bondadoso que ofrece ayuda sin esperar nada a cambio. Las madres suelen recurrir a su leyenda para echar a sus hijos a dormis y evitar que los niños pasen miedo. Esta leyenda cuenta que sólo los niños valientes pueden verla en sueños y que al despertar lo único que recuerdan en la melodía que Quercus les canta.
Ahora os dejo con la historia de como surge Quercus.
“Cuenta la leyenda que existe un bosque en el que
entre los sonidos del lugar y de las hojas movidas por el viento, se puede oír
una suave melodía que hará que no tengas miedo”
Hubo un tiempo, hace mucho, en el que en
un hermoso bosque lleno de hayas, robles, encinas, alcornoques y tejos los
animales que vivían allí compartían el bosque con seres fantásticos, mágicos y
bondadosos. Ese gran bosque se situaba junto al monte sagrado y muy cerca se
encontraba una pequeña aldea donde
vivían los humanos.
En este bosque habitan un sinfín de animales
salvajes como osos, lobos, corzos o
ciervos y entre sus ramas más altas revolotean miles de aves, unas más grandes
como las águilas o los buitres y otras
más pequeñas como los cárabos, petirrojos o cernícalos. Entre sus escobas y
brezos habitan muchos seres más pequeñitos como urogallo, tejones, zorros,
topos o ardillas.
En él también habitan ninfas, ondinas,
hadas, elfos y algún que otro duendecillo o gnomo. Pero sin duda el más querido
del lugar era “Silvano el Sabio”, un roble fuerte y grande al que todos iban a
pedir consejo.
Llegó un tiempo en que la maldad de los
humanos hizo que los seres mágicos abandonaran el lugar quedando los animales, solos
y desprotegidos. Estos se volvieron desconfiados y para resguardarse de los
humanos, los árboles echaron ramas y hojas nuevas para hacerse más frondosos y
profundos, haciendo al lugar más tenebroso y misterioso, evitando así visitas
indeseadas. El monte sagrado dejó de ser venerado y Silvano el Sabio pasó a ser
un árbol más de aquel magnífico lugar.
Junto a este pequeño bosque vivía una
joven a la que pusieron por nombre Kiara, que significa “la de pelo negro”, y
su padre, quien se encargaba de un pequeño molino. Kiara salía a pasear todos
los días por el bosque que rodeaba el arroyo que llevaba el agua hasta el viejo
molino. Se bañaba bajo las limpias aguas
de las cascadas y terminaba paseando por el claro del bosque hasta pararse a
leer apoyada en el gran tronco de Silvano. De regreso al molino jugaba y se divertía
con todos los animales y seres que se encontraba por el camino. La vida allí era tranquila.
Una mañana mientras Kiara se dirigía a
bañarse al pozo que forma una de las cascadas, se encontró a un enorme Ojáncano. La criatura en
cuestión era extremadamente grande y fea. De su cabeza lo que más llamaba la
atención era su único ojo resguardado por una sola ceja muy poblada que
compensaba la falta de pelo en la parte superior de la cabeza. Sus orejas en
forma de trompeta sobresalían llenas de pelos de su sucia y despeinada melena
que sólo tenía a la altura de las sienes. La nariz más bien parecía la de una
horripilante bruja con verruga incluida y tenía cuatro dientes muy separados y
en forma de colmillo. Su cuerpo era fuerte y desgarbado aunque se dibujaba una
prominente y redonda barriga. Y sus pies, ¡qué decir de sus pies!, parecían más
bien garras de una bestia que unos pies, con unas uñas largas, sucias y
puntiagudas. El Ojáncano había atrapado a un precioso ciervo entre sus garras
para comérselo. Cuando el tenebroso Ojáncano se disponía a
quitarle la vida, Kiara se puso a tirar piedras al enorme Ojáncano. Este desvió
su atención hacia la joven muchacha y
soltó al ciervo que salió corriendo hacia las profundidades del bosque cuando
el Ojáncano explotó su ira contra Kiara. Tal era su enfado que acabó quitándole
la vida a Kiara por haberle dejado sin su comida favorita. El Ojáncano se
marchó de allí hambriento y enfadado mientras Kiara yacía en el suelo sin vida.
Los animales del bosque, que se habían
escondido cuando vieron aparecer al Ojáncano, lo habían visto todo y tristes se
acercaron hasta la joven Kiara. Uno de los que se acercó hasta ella fue el
ciervo al que había salvado la vida. Entre todos consiguieron poner a Kiara a
lomos del ciervo y la llevaron a las profundidades del bosque junto al gran
Sabio Silvano.
Silvano escuchó a los animales que le
contaban todo lo que había sucedido y cómo la valiente Kiara había salvado la
vida del ciervo dando la suya propia para ello. Viendo la tristeza que reinaba
en el bosque, Silvano el Sabio decidió ayudarla.
Le devolvería la vida a cambio de no
volver a salir de los límites del bosque ni mantener contacto con los humanos u otros seres de los
alrededores. A cambio viviría para siempre en el bosque y se le otorgarían
cualidades del ciervo al que había salvado y del roble, especie a la que
pertenecía Silvano. También debería velar por la seguridad de los que vivían en
aquel lugar y sería refugio y guía para los que entraran y se perdieran en
aquel bosque. Y tras un destello de luz que inundó todo el bosque, surgió un
nuevo ser al que llamarían “Quercus, protectora del bosque y combatiente del
miedo”.
Quercus tenía todos los rasgos hermosos
que poseía Kiara, pero con nariz, orejas y cuernos de ciervo. Sus pies se
habían convertido en pezuñas del mismo animal, lo que le daban mayor agilidad y
velocidad. Sus manos se habían vuelto fuertes ramas de roble que acababan en
ramas a modo de dedos. De su vestido solo quedaban unas cuantas tiras que le
colgaban de la cintura a modo de falda y que se sujetaba al cuerpo con una tira
de piel de ciervo como la que llevaba cubriendo su torso. Una capa verde en
forma de hoja de roble cubría sus hombros. Y su largo pelo negro se había
llenado de numerosas hojas y bellotas que cambiaban de color en otoño al igual
que lo hacían el resto de hojas de los robles. Estas hojas y bellotas también
colgaban sobre las caderas. Silvano el Sabio la dio una de sus ramas más joven
y fuerte para que sirviera a Quercus de bastón. Ella suele entonar una dulce melodía y mientras canta, su bastón de roble se iluminaba con hojas que
brillaban y revoloteaban alrededor.
Quercus es un ser bueno y bondadoso,
tanto es así que en ocasiones corre el riesgo y abandona el bosque en medio de
la noche para entonar su canto a aquellos niños que por el miedo no pueden
dormir.
Y desde aquel día, Quercus recorre el
bosque en toda su extensión ayudando a todos los animales y extraviados del
lugar. Dicen que incluso hoy, sigue viviendo entre sus árboles y aunque nadie
jamás la ha visto, si han oído su canto.